Cuando el sol se resguarda en su cuna de montañas pardas, cuando el cielo se viste de cenicienta seda, y las luciérnagas anuncian el comienzo de una nueva era, ella, con su melódica respiración y sus párpados de oro, se deja caer entre mantas blancas que la arrullaran hasta que despunte el alba.
No puedo desear más que el bien, no por mérito de bondad egoísta, sino porque el profundo amor que te profeso me hace sentir una necesidad incansable de velar por tu bienestar como velo por el mío. Deseo que te fundas en un sueño profundo, del que despertarás con uno de mis besos
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